viernes, 3 de agosto de 2007

Lejos de la voluntad de Dios


Saúl fue el primer rey de Israel. El pueblo de Dios suplicaba al profeta Samuel para que nombrara un rey que los librara de los invasores filisteos. Entonces, el profeta Samuel consultó a Dios y el Señor le dijo que ungiera a Saúl, de la tribu de Benjamín, como rey de Israel. Al principio, Saúl, resultó ser un hombre de valor, un rey con principios que derrotó a muchos enemigos del pueblo de Dios, pero con el transcurso del tiempo, Saúl, se envaneció y pretendió usurpar el ministerio sacerdotal. Su soberbia motivo la ira de Dios, lo cual hizo que Dios dijera a Samuel que ungiera, secretamente, a David como nuevo rey de Israel. David comenzó a aparecer en la vida de Saúl como arpista y salmista, pero los constantes triunfos militares que sucedieron a la victoria de David sobre Goliat, trajo aparejado los celos del rey Saúl, que intentó matarlo varias veces. Gracias a la ayuda de algunos amigos David pudo huir. Saúl poseído por la envidia perdió absolutamente la razón. El pueblo admiraba más a David que al mismo rey, lo cual hacía que Saúl se desesperara. Como consecuencia de sus continuas derrotas en el campo de batalla, Saúl fue a consultar a una adivina en Endor, la cual profetizo su muerte y la de su estirpe. Al día siguiente, los filisteos arremetieron contra el ejército de Saúl y para evitar su captura, el rey Saúl se suicidó después de ver que su hijo Jonatan había muerto en el campo de batalla.
Saúl, que antes había consultado a Jehová, ahora estaba consultando a una adivina. Saúl, que antes era un ganador, ahora era un perdedor. Dios, hablando a través de sus profetas y sacerdotes, había guiado a Saúl, pero ahora Dios lo había desechado. Saúl tomo la decisión equivocada. Hace unos años leí un libro del escritor Gene Edwards, titulado Perfil de tres monarcas, donde el autor relata magistralmente la relación entre el rey Saúl y el salmista David y después de leer el relato llegué a la conclusión que Dios desechó a Saúl no solo porque consultó a una adivina sino que también lo desechó porque saúl maltrató a sus súbditos. Las decisiones definen la vida y la decisión de Saúl no solo definió su propia vida sino la de toda su familia. Saúl desechó a Dios y el pueblo de Israel fue derrotado. Endor representa el lugar de las falsas esperanzas. Endor representa nuestra propia voluntad. Endor representa la perdición y la derrota. Saúl desechó a Dios y Dios lo desechó a él.
Los profetas de Dios transmitían la voluntad de Dios y decían hacia donde debía dirigirse el pueblo de Dios. Cada vez que el pueblo de Dios desoía las voces de los profetas, en realidad estaban desechando la voluntad de Dios. Los profetas representas la voz de Dios. Por esto, los salmos seguidamente oran: “Señor, muéstrame tus caminos”. La historia de Saúl nos enseña que jamás debemos desoír la voz de Dios. Siempre debemos consultar su palabra antes de tomar una decisión. Las decisiones fundamentadas en Dios conducen a la victoria. Y las decisiones fundamentadas en nuestra propia voluntad conducen a la derrota. Los cristianos debemos acatar la voluntad de Dios. El Dr. Luís Palau, en el prólogo del libro Es bueno o es malo, del Dr. Josh MacDowell, escribió: “La corrupción del mundo está invadiendo a los cristianos. La iglesia está siendo corrompida por la actual filosofía del mundo, y los cristianos estamos siendo atrapados. Lo que necesitamos hacer es volver a una forma de pensar y actuar que sea bíblica y clara”. Antes de tomar una decisión debemos consultar la palabra de Dios. Si desechamos a Dios estamos desechando la victoria. La palabra decisión significa cortar, extirpar, dejar una cosa y optar por otra, por lo tanto, antes de decidir, debemos consultar la palabra de Dios ya que en las páginas de las Santas Escrituras se hallan las soluciones a todos los problemas que nos aquejan. Mateo 24:35 dice: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”.
Julio césar cháves.
Escritor78@yahoo.com.ar

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